Un día cansado, una ciudad humeante, un pensamiento un tanto agobiante. Vengo de dar un largo paseo, la cabeza me daba vueltas, me puse una chaqueta y salí fumando un porro, debajo de esta ciudad y viendo a la gente pasar. Un deseo se apodera de mi y la inspiración vuelve como una estrella titilante, los ojos se me vuelven diamantes y miro con melancólica los vividos recuerdos y un fascinante futuro. De pronto el callejón negro apaga un poco mi luz, pero... yo aceleró el paso y salgo dichosa de ese húmedo lugar, para dar paso a la plenitud. Entonces, decido hacer una parada en la fuente de neptuno, contemplo la vida siendo vida y me mezclo para ser única en la mía. Descanso la mente en el momento, despierto y ando unos cuantos kilomentros. Me cuelgo en el tiempo, el aire comienza a brillar, dejando escarcha en mi ropa, mi cabello de mora azul y en mis cienes late mi banda sonora favorita, la atmósfera me convierte en parte de la vida misma... ahora debo regresar, debo tomar una ducha y descansar. La conexión corporal se empareja con mi cueva y empiezo a recargar la energía plasma inyectándose a través de mis venas. Contemplo por la ventana el recuentro de mi misma y me siento lacia lacia, una bocina de humo y un trago a la copa de cerezas y siento como me abraza fuerte el amor que me invento y que me creo.